martes, 15 de diciembre de 2009

Ella

Mientras el sonido de aquel auto se dispersa por toda la calle, mi mirada se va acomodando cada vez más rápido a la realidad. Te veo envuelta en algo marrón, creo que es tu vestido pero al verlo con detenimiento caigo en cuenta que no es más que tu propia sangre que se escapa como suspiros inexistentes de tu cuerpo, de mis ojos comienzan a salir lágrimas cada vez más apuradas por nacer y morir a la vez, la gente corre apresurada y se oyen gritos y suplicas al cielo de que no te lleve. Te sigo observando casi como un cuadro del mejor de los pintores, tus cabellos siempre tan largo, siempre tan negro ahora está repartido por todos lados, cubriendo así el pavimento y te hace ver como esas muñecas que se exhiben en las vitrinas de los locales aquellos donde íbamos a comprar y planear nuestros días. Mis piernas comienzan a flaquear y caigo de rodillas en un apasionante y callado sollozo, nada puedo hacer, tus ojos grandes y azules me miran como diciéndome adiós y trato de responderte con una mirada que diga, ¡no te vayas, quédate conmigo! Pero, creo, que no soy muy bueno con esta clase de lenguajes porque la luz que tenías hace apenas unas horas se va extinguiendo de a poco, dejándote opaca, casi del color de este papel en que escribo. El sol comienza a ocultarse, ¿cuánto tiempo he estado observando como se te arranca la vida?, no lo sé, en un momento de desesperación me acerqué a ti, te abracé, te levante unos pocos centímetros del suelo helado y vi tu boca pronunciar palabras engorrosas que para mí eran “te quiero tanto…” yo dije lo mismo, y tú abriste tus ojos y sonreíste, con todas las fuerzas de tu vida pasaste tus delicadas manos entintadas de marrón por mi rostro, hacía mis labios, por mi barbilla y pude sentirte más que en cualquier otra ocasión, traté de decir mil cosas, pero en ese momento sólo quería abrazarte más que nada, quería sentirte y tratar de protegerte y aunque viniesen miles de ángeles por ti, yo lucharía con cada uno de ellos para tenerte a mi lado. El cielo ya estaba negro, a lo lejos se escuchaba un zumbido que a mis oídos le parecía tan lejano que no lo tomaba en cuenta, sólo podía escuchar tu respiración que se hacía cada vez más tenue, más callada, tanto que a veces creía que te había perdido, aún en esos momentos no podía entender que había ocurrido, que era todo este juego de que te ibas y no podías, aunque quisieras, regresar.
El sonido esta vez se hizo más cercano, miré hacia atrás y vi un enorme vehículo blanco, creí que era aquel sujeto que volvía para acabar con su crimen y matarte de una vez, pero no era así, mi locura momentánea se disipó y me logré reconocer a la ambulancia. De ella se bajaron unos cuantos hombres de blanco, con camillas y acompañados de uno que traía una enorme caja consigo como si fuese una extensión de su propio cuerpo, sonreí al ver que venía ayuda, te miré con la esperanza de que esta vez mis ojos pudiesen darte el mensaje, pero de inmediato tu callaste a mis palabras mudas con un beso, donde tus labios fríos chocaron torpemente con los míos como sellando un pacto. Es cierto que tu piel ya no podía dar calor, que tus labios estaban congelados casi sin vida, pero a mí me pareció que fue el más cálido de los besos, el que reflejó todo el amor que nos teníamos. Para mí en ese instante el mundo se paró, la gente a mí alrededor, asumo, que percibió lo mismo pues todos se quedaron quietos. Ella se había ido.


Palabras de despedida para la persona que amo.

Quien hablara las palabras adecuadas
Para mi dolor,
Para así tomar el cielo,
Moldearlo como siempre he deseado
Y volverlo mi paraíso junto a ti,
Dentro de este mundo
Que me consume de a poco.

Ya no dices nada,
No llamas a mi corazón por su nombre,
Ni a nuestras fantasías
Como lo hacías ayer,
No sé lo que sucedió
Por el camino hacia acá,
Quizás te olvidaste de mí.

Mientras leo algo a lo lejos
Que dice que el amor es algo trillado
Y que me debo de olvidar de ser feliz,
Porque simplemente estoy vivo,
Y eso implica infelicidad total.

Ya no sé que hacer,
A quién hago caso,
Si a mi corazón
O mi mente,
No soy de las personas
Que se dejan llevar por todo,
No soy de aquellos que a impulsos viven,
Y a veces eso duele,
Duele el no poder darte todo esto.

Dejo de escuchar la música de nuestra vida,
Me meto en la cama
Y me tapo para dejar de pensarte,
Dormir y soñar,
Y en el mejor de los casos
Olvidarte.

Pasiones y Virtudes













































"Pasiones y Virtues" arte por http://sujetoexperimental.deviantart.com/